Txema, un donostiarra de la Barceloneta, por Carlos Clastre

El “Velas”, Txema Benavides, fue uno de los primeros compañeros que conocí cuando me incorporé a la Fundació Navegació Oceànica Barcelona (antigua FNOB y actual FBCN), hacia finales de 2009.

Incorporarme a la FNOB fue para mi, como entrar dentro del póster que teníamos en la habitación mi hermano y yo en los 70. En el póster no estaba Txema, claro, sino Tabarly, a bordo del Pen Duick, en la Transat en solitario del 64. Para nosotros, aquello era la vela en su máxima expresión. Pero estaba tan alejado de nuestro entorno, que no podíamos ni soñar con acercarnos a este mundo que tanto admirábamos, un mundo que habíamos mitificado gracias a los libros amarillos de Editorial Joventut. Pues Txema fue uno de los que me lo puso fácil.

Txema se incorporó a la FNOB en 2007 de la mano de Andor Serra, su Director General, para ser el director de la primera edición de la regata Barcelona World Race. Cuando yo le conocí, era el responsable de la Escudería de la FNOB, ubicada en una nave donde había estado el astillero de North Wind, al final del Paseo Joan de Borbó, justo donde se abría la nueva bocana del Puerto de Barcelona. Ahora es la sede del equipo Italiano en la Copa América, el Luna Rossa Prada Pirelli Team.

Entrar en esa nave, encontrarme con un par de IMOCA en pleno refit, hablar con Jan Santana o con Alex Pella y Pepe Ribes, cruzarte con Altadill o, ya más adelante, con Desjoyeaux o Jean Le Cam, fue una sacudida brutal para mí. De vez en cuando, yo llamaba a mi hermano y le decía, “tío, no sabes con quién estoy tomando un café en la máquina ahora mismo…”. Y Txema era el que cortaba el bacalao allí dentro. Casi siempre con una sonrisa, divertido como solia ser y, sobre todo, amable, muy amable, con un indocumentado como yo.

Txema era un hombre muy querido, muy auténtico y que hacía barrio en la Barceloneta. Vivía justo encima del bar FASTNET, en el Paseo Joan de Borbó, toda una declaración de principios. Y era, como buen vasco, un magnífico gourmand, tan aficionado a las potxas como al besugo o al txuletón.

De hecho, no sé cómo se lo hizo en las dos o tres semanas que pasamos en Nueva York, durante la salida de la regata New York-Barcelona en 2010; no creo que probara muchos baguels, la verdad.

Precisamente en Nueva York, viví un momento para mí inolvidable, cuando Txema se sumó a los miembros del New York Yacht Club, para preparar el cañón que daría la salida a la regata In-Shore, en el muelle de North Cove Marina, en el Hudson. Por un lado, Txema, en modo donostiarra “manos a la obra”, y por otro los miembros del comité del NYYC, con ademán grave y serio, vestidos de gala, ejecutando con precisión un protocolo de salida, que era en sí mismo una ceremonia. Naturalmente, acabamos todos riendo y Txema dando las gracias educadamente a todo el mundo.

Cuando se fue a Donosti, fui a visitarle en varias ocasiones. Me llevó a ver los puestos de pescado en el mercado, hicimos alguna destacada comida en Passaia y más de un café en la contxa, no lejos de su casa, disfrutando de su conversación, llena de anécdotas de la historia de la vela en España, y sobre todo, de su compañía, la de un hombre bueno, amado, educado y muy, muy sabio.

No lo olvidaremos.

Carlos Clastre